Desde el momento en que Eli y yo nos sentamos para planificar este proyecto supimos que teníamos que contar muchas cosas. Tal vez, incluso, contar una historia.
Ella estuvo increíble, a pesar del frío y ese miedo que tenemos todos a enfrentarnos a la cámara y desnudar nuestras emociones. Poco a poco fuimos guiándonos por la luz y por lo que nos decía el propio bosque.
Granada; tiene esas temperaturas tan locas. Un calor sofocante en los veranos que pasa a brisa y fresco en sus atardeceres. Samuel y yo decidimos salir de casa; que tras horas de edición y montaje es de agradecer. Hicimos un poco de investigación con nuestras cámaras en un lugar tan atmosférico como es el Albaicín. Con sus mil rincones y sus cientos de calles. Un laberinto blanco y marrón que intenta atravesar la ciudad.