Normalmente suelo fijarme mucho en la luz que reflejan las personas a la hora de fotografiarlas. Es muy curioso cuando esa luz la irradian ellos mismos. Conozco a Irene y a Juan desde hace ya tiempo y sé que son dos personas especiales.

Cuando me dijeron que se casaban y que querían contar conmigo para retratar ese momento tan especial, no pude evitar ponerme un poco nervioso, aunque creo que ellos me ganaban en nervios. Todas esas sensaciones son como cuando te enamoras: no las comprendes, están ahí, no sabes qué hacer con ellas y aún así te acaban haciendo sonreír.

Con todo esto, cuando comenzamos a realizar fotografías, y fue en un instante, ellos dos me transportaron a otro lugar: la Alhambra, un monumento normalmente concurrido por turistas, era para nosotros. Quizás podría decir, para ellos, porque sin saber cómo, hicieron toda la sesión algo tremendamente íntimo. Y fueron ellos, quienes crearon todos esos momentos, los que me permitieron estar allí para poder contarlo en imágenes.

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