Una de las cosas que más me gustan de Granada es que tiene grandes rincones donde puedes perderte entre los árboles. Compartir esa magia con Amalia, Pablo y con la pequeña Sara ha sido una experiencia alucinante. Todos teníamos unas ganas increíbles de pasar un día en la naturaleza, rodeados de la paz que te otorgan los bosques. 

 Los colores y la luz de esa tarde de verano, las risas y las bromas y las ganas de pasarlo bien fueron la base para poder reflejar estas imágenes. Pero lo más importante era la sinceridad que había detrás de todo. Ellos son tremendamente divertidos y no dudan en saltar, dar volteretas y jugar como auténticos niños. Y después de todos los juegos y risas, solo se miran a los ojos y se puede sentir el cariño que se tienen el uno al otro a 200km de distancia. Un verdadero placer Pablo y Amalia, y a ti pequeña Sara por portarte tan bien. Seguid creciendo a pasos agigantados.

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