Granada; tiene esas temperaturas tan locas. Un calor sofocante en los veranos que pasa a brisa y fresco en sus atardeceres. Samuel y yo decidimos salir de casa; que tras horas de edición y montaje es de agradecer. Hicimos un poco de investigación con nuestras cámaras en un lugar tan atmosférico como es el Albaicín. Con sus mil rincones y sus cientos de calles. Un laberinto blanco y marrón que intenta atravesar la ciudad.
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Se acerca el verano, la luz y el calor no eran los mismos que hacía unos meses atrás. José Luís quería descubrir qué es lo que se hacía en una de mis sesiones y yo quería comprender qué era capaz de mostrar de sí mismo. De nuevo combinamos la naturaleza y el retrato para lograrlo.
Un hombre que esconde muchos secretos, cargado de cosas que ofrecer. Un placer compartir confidencias contigo.
Por esta vez, el bosque, el sonido del río a lo lejos y la tranquilidad no fueron suficientes. Andi y yo recorrimos este lugar abandonado durante un par de horas y lo convertimos en nuestro hogar.
En silencio y con la cabeza llena de ideas, íbamos llenando el espacio con nuestra esencia.
¿A que es genial cuando delante de la cámara tienes a gente tan guapa? Esa es la sensación que tuve yo al trabajar con Mari y Rafa. Un auténtico placer. Os dejo con las imágenes de la colaboración conjunta con Raquel Ruyz.
Antonio se puso en contacto conmigo para actualizar su portfolio. Decidimos hacer un contraste entre lo natural y lo urbano. Así que podría decirse que fue un paseo por el centro de la ciudad y lo más profundo del bosque. Algo que Granada brinda con bastante facilidad.
Su mirada, su concentración constante y sus ganas de aprender hicieron de la sesión un auténtico placer.
La historia de Antonio y Matthew comienza hace muchos años atrás. A partir de la música se conocieron y a través de ella su amor ha ido haciéndose más fuerte. Todo empezó en España y con el paso del tiempo, poco a poco, se han ido trasladando a los Estados Unidos. Cuando me llamaron para ser el fotógrafo de su boda me sentí totalmente agradecido. Cruzar el el gran océano para compartir esos grandes momentos con ellos fue mucho más que un regalo.
Un confuso día, viniendo precedido por unos más confusos meses, decidí despertar de mi cama de un modo diferente. Salté, desayuné y me vestí lo más rápido que pude para marcharme. Había decidido en aquel mismo momento que tenía que irme y sabía perfectamente el lugar. Así que cogí mi mochila, unas cuantas galletas y frutos secos para comer y mi cámara para estar de nuevo conmigo mismo.
Una de las cosas que más me gusta de esta profesión es lo que aprendo de los demás. Amalia y Pablo me enseñaron muchas cosas este día. Tuve la suerte de ser un invitado más, pues me trataron como tal. Sentarme al lado de ellos, compartir momentos con los invitados y hasta salir en alguna que otra foto.
Una de las cosas que más me gustan de Granada es que tiene grandes rincones donde puedes perderte entre los árboles. Compartir esa magia con Amalia, Pablo y con la pequeña Sara ha sido una experiencia alucinante. Todos teníamos unas ganas increíbles de pasar un día en la naturaleza, rodeados de la paz que te otorgan los bosques.